Construyes tu verdad en base a unas creencias, patrones posiblemente heredados de tus padres, abuelos u otros ancestros.

Llegas a la vida y te impregnas de “su verdad” para dirigirte al mundo.

Más tarde descubres a veces que esa verdad inculcada no se ajusta exactamente en algunos casos e incluso difiere de tu sentir.

¿Eres libre? ¿Lo has pensado alguna vez?

Muchas de tus verdades pueden estar apoyadas en creencias de tus ancestros. Creencias que de algún modo ellos adoptaron porque les permitió moverse en su vida de la forma que creyeron más adecuada.

¿Qué fue de ellos? ¿Cómo fue su historia?

Las creencias restringen, coartan y limitan tu vida. Desvincúlate de aquéllas creencias que no te aportan, que no te suman libertad.

Haz una toma de consciencia y discierne entre lo que te aporta y lo que no.

¿Sabes que por creencias erróneas se ha generado mucho sufrimiento en el pasado y actualmente en la sociedad?

Por ejemplo:

-Persona poco habladora puede confundirse con engreída

-Antiguamente existía la creencia errónea de que la mujer era inferior al hombre y por ello no podía ejercer su derecho al voto

-En el pasado e incluso hasta hace pocas décadas, ser homosexual se equiparaba a una depravación antinatura en nuestra sociedad

Yo nací en el seno de una familia tradicional con unas creencias quizás algo anticuadas. Una familia que se atemorizaba ante lo diferente y buscaba no llamar la atención.

En mi familia existía la creencia de que ser homosexual era algo sucio y denigrante. Viví una infancia ocultándome, pasando desapercibido, escondiéndome de los demás niños para evitar que me lastimasen.

Yo lo hice y fui muy infeliz. Me sentía incomprendido, solo, bicho raro.

A veces sentía que no merecía vivir porque lo que yo sentía era algo sucio, como me inculcaron en casa. Me costó años digerir estás situaciones y casi mi vida.

Me refugié en mis estudios porque descubrí que mis altas calificaciones hacia que mis padres me valorarán positivamente. Ello me agradaba.

Nadie me tendió una mano, nadie me ayudó.

Cada despertar diario era similar a visitar el mismísimo infierno. Sabía a lo que me exponía: insultos, descalificaciones, soledad y más incomprensión.

¿Qué había hecho yo para merecer tanto daño? A menudo me hacía esta pregunta pero siempre regresaba a la misma respuesta: yo era homosexual y eso era de viciosos, era algo oscuro y no merecía vivir.

En base a esa creencia errónea construí mi vida y fruto de ello, deambulé  por los más áridos caminos durante los años venideros.

Yo fui objeto de burlas, fui carne de presa fácil. Exteriormente no comentaba nada; es decir, no lo compartía con nadie. Pero interiormente… Interiormente mi corazón estaba sumamente hundido, estaba roto de dolor.

Un dolor inmenso y profundo, un dolor que no se cura con una pastilla. Mi dolor me rasgaba el alma.

Soledad, aislamiento: era un bucle sin fin.

Estaba solo porque no resultaba atractivo ser amigo mío y optaba por aislarme para evitar que me dañasen. Nadie me echaba de menos.

Me tocó lidiar en una batalla donde mis emociones no podían ocultarse. Es más necesitaban liberarse.

Éste es solo un pequeño fragmento de mi historia personal.

¿Te sientes identificado con mi historia?

Transcurridos muchos años puedo hacer una mirada a mi pasado y extraer algunos consejos que de haberlos sabido, tal vez me hubiesen ayudado a ser más feliz o al menos, a que mi vida fuera algo más dulce. Confío que hoy puedan ayudarte a ti:

  1. Sugiero que ante una situación de acoso por cualquier motivo, sintonices con la persona o personas que puedan conectar mejor contigo y te abras a ella.

Yo no lo pude hacer por las creencias erróneas que tenía grabadas a fuego en mi alma.

Si lo hubiera hecho, quizás podría haber encontrado algo de comprensión y empatía; valores éstos que no logré descubrir en el otro.

  • Aprovecha la gran energía que se mueve en tiempos de crisis y empléala en hacer actividades constructivas como:
    • Realizar  un curso de algo que te interese
    • Leer
    • Buscar hobbies que te atraigan

Esto es, sumérgete en algo que te aporte sin desligarte del aprendizaje que te aporta transitar una crisis.

Se suele aprender por dolor. Bien es cierto el dicho de que “nadie escarmienta por cabeza ajena”.

Te propongo que seas positivo.

Tienes una magnífica oportunidad para crecer y construir tu mejor versión.

Puedes salir claramente reforzado de una experiencia de crisis.

Deseo que estos tips lleguen a ti y puedas desligarte de lo que no te aporta, de lo que te impide ser tú mismo y por ende, de ser feliz. Qué mi historia abra luz a tu camino y que mis lágrimas sean la alfombra tupida que permita tu caminar firme, erguido y lleno de paz.