Erase una vez una hermosa niña de 6 años llamada Laila. Laila nació en un hogar feliz, fue una niña deseada. Le gusta comer, era glotona.
Disfrutaba corriendo detrás de las mariposas en el jardín de cada pero su pasión era disfrazarse de princesa.
Laila era hija única y para sus padres realmente era su princesita, le facilitaban todos los juguetes que podían, la llevaban al circo, al campo, a la playa.
Laila a veces se sentía sola pero estaba ilusionada por comenzar educación primaria en la escuela y conocer más amigos para compartir juegos.
Finalizando el verano y a poco tiempo de incorporarse a la escuela, sus padres la motivaban con su incorporación estudiantil, por aprender nuevos conocimientos y disponer de nuevos amiguitos que Laila reclamaba constantemente.
Llegó el día esperado y Laila acudió algo nerviosa pero ilusionada a la escuela. Había cerca de 25 compañeros en su clase. Algunos le sonreían, otros la miraban tímidamente. La profesora se mostraba un poco autoritaria y deseando mantener un orden y silencio sepulcral en clase.
Cada día llegaba el momento del recreo y Laila tomaba su desayuno a solas, le costaba relacionarse con los compañeros, era algo tímida.
Se decía así misma, tarde o temprano algún compañero me hablará pero pasaban los días y la misma imagen se repetía en el recreo. Laila volvía a permanecer sola en su período de descanso.
Una mañana Laila se incorporó a la escuela y formando cola para acceder a clase, escuchó risas detrás de ella y comentario desagradable retumbó repentinamente en su cabeza “ ahí está la vaca lechera”.
Laila inmediatamente sintió como se encogió su estómago, su corazón comenzó a latir aceleradamente. Se sintió aludida, miró alrededor y se percató de que esa descalificativo iba para ella.
Triste y cabizbaja Laila se incorporó a clase, tenía ganas de llorar. Laila sintió que era gorda y molestaba a las demás personas tener su disposición corporal.
Sus ánimos para conocer a más amigos se vinieron abajo y fugazmente logró intercambiar breves comentarios con algunos compañeros.
Esta experiencia la marcaría para siempre y le hizo ser algo antisociable porque comenzó a sentirse una persona poco valiosa.
Historias como la de Laila suceden y seguirán sucediendo cada día en cada recóndito lugar de nuestra sociedad.
Por ello, como padre se torna importantísimo transmitir ciertos valores a nuestros hijos para potenciarlos ante estas situaciones de indefensión del menor:
- Desde la educación parental se necesita reforzar la empatía al prójimo.
La mente de un niño se agarra a cualquier aportación que perciba de su círculo más próximo; si bien, es el hogar familiar el culmen donde necesitas potenciar el amor hacia los demás.
Este respeto no solo es sano para el otro sino para ti mismo. A medida que eliminas luchas de tu vida, la armonía crece en tu interior.
- Reforzar a tu hijo con valores de empatía, comprensión. Ello le ayudará a tener una mente más sana y libre de prejuicios.
Hoy en día existen muchos libros infantiles basados en la cercanía a personas diferentes a la mayoría como personas con deficiencias mentales, distinta etnia, tendencia sexual; entre otros.
Te sugiero promover la lectura de estos cuentos infantiles para fomentar en tu hogar valores constructivos. A mayor conocimiento de otras realidades, los viejos fantasmas de los prejuicios se van disipando rápidamente.
En mi experiencia personal he descubierto que cuanto más te conoce una persona, más te valora por tus capacidades, logros y aptitudes.
Ello potencia tu valor personal en detrimento de características de menor valor que puede hacer que te etiqueten injustamente.
La mente se flagela inmediatamente ante una situación injusta y te repite incesantemente que no eres valioso.
Para ello, te propongo dos tips:
- Ante situaciones que te hagan sentir poco valioso, imagínate que de tus pies crecen fuertes raíces que se anclan al centro de la tierra.
- Imagínate que eres una columna rígida cuando te sientes inseguro y que nada ni nadie puede moverte. De este modo, mandas un mensaje a tu psique de tu fortaleza, de tu verdadero poder; el cual nadie podrá derribar.
Confía en ti, refuerza tu autoestima dejando resbalar los descalificativos que te hacen sentir tristes, como gotas de agua que se deslizan por un impermeable cuando llueve. Tú eres mucho más que eso, ¡TU ERES UN SER VALIOSO!
“Ámate, por favor”