Vivimos en una sociedad fuertemente estigmatizada por los juicios de valor: «el qué dirán», lo que es correcto y lo que «no».
¿Por qué? ¿Por qué ponemos la verdad en la escala de valores de lo demás? ¿Por qué otorgamos el poder de valorar a los demás de una u otra forma a la sociedad?
El poder de la verdad está en nuestro corazón; si nos escuchamos cuidadosamente a diario a nosotros mismos podremos realmente oír nuestra propia verdad.
Toda familia nace del fruto del amor, nacen proyectos, ilusiones, deseos de dar y recibir pero cuando se cruza en nuestro destino una vida con un enfermo mental, son muchos los obstáculos, miedos y resistencias con los que nos encontramos.
En nuestra cabeza retumba como si fuese un eco con términos peyorativos como: “loco”, “ tarado”, “ subnormal”.
Es tanto el dolor que sentimos cuando ese ser amado por el que daríamos la vida recibe estos desagradables improperios, que despierta en nuestro interior emociones de rabia, dolor e inclusive hastío hacia ésta, nuestra sociedad.
Pero, ¿cómo podemos hacer “portavoz de nuestras vidas”, de nuestra realidad a esta sociedad enjuiciadora? No, realmente no nos representan.
No representan nuestro dolor, nuestros sentimientos a nuestro ser querido, no representan nuestra dedicación a ellos, no representan nuestro coraje por levantarnos cada día, no representan esa fuerza que tomamos de nuestro familiar enfermo por amor para seguir luchando por ellos aunque solo sea por aportarles algo de felicidad; tampoco representan nuestras vidas ni nuestro amor porque el que lanza esos descalificativos no conoce realmente nuestro corazón ni calza nuestros zapatos. Sin empatía, no representan nuestra verdad.
Si por un escaso momento, la sociedad pudiese vestir los pantalones de un familiar de una persona con problemas mentales; muchos prejuicios se derribarían y pasaríamos a convivir en un mundo con más compasión pero este es nuestro camino, nuestra lucha y nuestro día a día: Abrir corazones.
Una sociedad se construye con valores, con entrega, con dedicación y por supuesto con amor a la vida; por ello necesitamos fomentar una educación desde la escuela con mayor empatía al prójimo.
Una educación donde se muestre que todos somos vulnerables y donde se haga participe a los demás que “mi realidad” mañana puede ser “tu realidad”.
Cada instante, cada momento e inclusive cada situación que se nos presenta en la vida por injusta que nos parezca, es un auténtico regalo para nosotros porque lleva implícito un hermoso aprendizaje evolutivo para cada uno de nosotros.
Si aprendemos a amar el cometido que nos corresponde en esta vida; como el cuidar a un ser querido con problemas mentales; sentiremos la dicha y lo afortunados que somos de trascender la situación encomendada porque nos va a permitir vivir con mayor apertura mental a la vida, con menos prejuicios, con más libertad y en definitiva; mucho más felices.
Despójate de los pesados dictados de la moral que te hacen sentir la vivencia con un familiar con problemas mentales como una pesada carga que llevas en tus espaldas.
Asume que tu misión es mucho más que eso, es dar y recibir paz, entrega, amor, dicha y realmente la sociedad enjuiciadora desconoce todos los valores de crecimiento y evolución que nos aporta la convivencia con nuestro ser querido; dado que todo ello nos engrandece y nos ayuda a ser mejores personas.
¿Seriamos las mismas personas si la vida no nos hubiese permitido la experiencia de convivir con un familiar con problemas mentales?
Indudablemente no; tenemos aquí una maravillosa ventana de oportunidad que se nos abrió frente a nosotros; una oportunidad de conectarnos con nuestro corazón, de sacar lo mejor de nosotros mismos, de ver el lado más duro de la vida pero también de ver el lado más hermoso.
Aprende a visualizar cada día como un gran regalo; como una brillante ocasión de observar en la enfermedad de tu ser querido, ese camino al encuentro con nuestro verdadero “yo”; con nuestra parte más humanitaria, más sanadora y la oportunidad de transmutarnos siendo cada vez un ser más amoroso y feliz.
¿Te quieres dar permiso para ser feliz?
Hazlo, estás a un solo paso y todo depende de ti. Agradece y bendice tu experiencia; si tu estas en paz, el mundo está en paz.
Tu sensibilidad, mi sensibilidad, su sensibilidad; todo depende desde el lugar donde observemos el prisma. A mayor cercanía de una persona enferma mental, más podremos empatizar con su problemática y la de su entorno. Es por ello, que se hacen necesarias campañas de concienciación para ayudar a ver “desde nuestros ojos” la realidad inherente a los enfermos mentales, sus necesidades, los recursos que precisan, la atención que requieren y sobre todo la comprensión que ellos demandan.
Un mundo más fácil es posible también para ellos pero necesitamos ponernos en el lugar del otro, del que sufre, del que sabe que no se encuentra bien pero ni siquiera es conocedor de qué puede ayudarle.
Por ellos, por nosotros, por sus cuidadores, por su entorno y por la sociedad en su conjunto hagamos un gesto de empatía, de acercarnos al dolor ajeno y ayudemos asertivamente con la más poderosa herramienta que todos poseemos: “el amor” y hagamos un mundo más fácil, más accesible para los que sufren porque si contribuimos a que en un solo hogar haya un poco más de alegría, habremos ayudado a construir un mundo mejor, nuestro amor es la solución.